arrera y se quedó para siempre la picardía del octosílabo, que cultivó el genio típico del pueblo con las famosas coplas "Esto dijo el armadillo..."
El segundo ingrediente lo da el genio creativo popular, que no deriva su universo poético de escuela alguna o academia, sino de la vida misma, del instinto que subyace en la vena del cantor, ese instinto que satisface la necesidad de vencer el olvido: los decimeros. Mi oráculo de cabecera, Borges, quien con veinte años más de edad lo hubiera dicho todo, afirmaba que los hechos deben ir acuñados a la palabra para que se recuerden bien. Los bardos del octosílabo y los decimeros costeños han asumido esta misión con la grandeza de su alma propicia a la nostalgia.
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