El mestizaje que se originó entre las poblaciones negras y blancas de América hizo surgir expresiones rítmicas y armónicas enteramente nuevas que fueron el resultado del sincretismo cultural generado. Este complejo proceso de transculturación generó condiciones singularísimas que posibilitaron la irrupción de una sensibilidad artística y que requirió de medios de expresión propios capaces de poder transmitir una musicalidad inédita. Surgió, así, una nueva idiosincrasia musical nacida en tierras americanas que ayudó a fijar peculiares rasgos del alma de los pueblos involucrados.
Tales condiciones se dieron en lo que Argeliers León ha llamado 'el complejo del Son', [13] proceso que se presentó en una enorme región geográfica caribeña en donde aparecieron formas musicales comunes que hoy conocemos como el Son y el changüí en Cuba, la plena en Puerto Rico, el merengue en República Dominicana y Haití, el tamborito en Panamá y el porro en Colombia.
Esta situación planteó necesidades musicales nuevas que terminaron por relegar las pequeñas sanzas que habían aparecido en nuestro continente durante los siglos XVIII y XIX, desplazando este grácil instrumento de la sensibilidad que se forjaba: se aprovechó el diseño organológico del instrumento original, pero se le asignó una función instrumental nueva y diferente, reemplazándolo de manera definitiva por lo que actualmente en América conocemos, entre otros nombres, como marimbol o marímbula.
La original adaptación que la sanza africana sufrió en América significó la instauración de un cambio cualitativo en este instrumento, lo que originó uno de naturaleza distinta. No fue, por ello, una reproducción americana ni una copia aumentada de su antecedente africano, sino el resultado directo de concebir la idea de un instrumento nuevo y distinto, uno de origen afroamericano, particularmente a partir de la consolidación del género del Son en Cuba en la segunda mitad del siglo XIX.
No solo creció de tamaño con respecto a su ancestro africano, sino que transformó radicalmente sus antiguas funciones en los ámbitos musical y social: dejó de ser un instrumento melódico y pasó a ser uno rítmico-armónico; aumentó su sonoridad; disminuyó el número de sus flejes; cedió el lugar privilegiado de instrumento solista para asumir el de acompañante; abandonó sus agudas y melodiosas voces hasta adquirir la profundidad del registro bajo, sonado de manera percutida; renunció, hasta casi desaparecer, a sus solemnes funciones rituales, para terminar animando tertulias en las que el propósito fundamental es la recreación y el afán lúdico; dejó de estar sostenido entre las manos del ejecutante africano y se transformó en instrumento-taburete del músico criollo; se enriqueció musicalmente al complementar el carácter pulsativo de sus flejes con la función percutiva que el músico hizo nacer al golpear sobre sus costados con la palma de su mano, ahora libre, reforzando la base rítmica, ampliando sus posibilidades y transformándolo -como dice Fernando Ortiz- en una "marímbula-cajón". No fue simplemente un cambio de apariencia; se trató de una transformación radical del ancestro africano que originó un instrumento desconocido hasta entonces, afectando -de paso- su fisonomía.
A diferencia de lo que hasta hoy en día acontece en África -en donde las sanzas presentan una diversidad morfológica muy grande que se refleja en la utilización de decenas de nombres distintos-, en nuestro continente se da una relativa estandarización de las designaciones empleadas que se corresponden con una relativa uniformidad de sus diseño, siendo los apelativos de uso más generalizados precisamente aquellos derivados o emparentados con el uso de la partícula «ma» y de la raíz «imba» -ambas de origen bantú-, que entran en la construcción de nombres tales como marimbol, marimba, marímbula, marimbola, marímbola, madimba, malimba o manimba, las cuales presentan una estrecha y evidente relación fonética entre sí, al tiempo que todos ellos hacen referencia directa a este lameláfono de origen americano.
Fue en las áreas campesinas de la región oriental de la isla de Cuba en donde los complejos procesos de interacción cultural comenzaron a mostrar el mayor desarrollo y en donde –a juzgar por los reportes disponibles- todo parece indicar que el marimbol hizo su aparición en América en las primeras décadas del siglo XIX. En esta región de evidente poblamiento africano de origen bantú [14] aparecieron las formas musicales primigenias de lo que más tarde daría nacimiento al Son cubano (los llamados 'nengón' y 'kiribá'), género que -de acuerdo con el musicólogo cubano Danilo Orozco- [15] se habría originado probablemente en la sexta década, pero, con toda seguridad, durante la séptima década del siglo XIX.
En ese extenso territorio cubano confluyeron elementos culturales de origen hispánico (principalmente canario-andaluz) y africano (fundamentalmente bantú) que posibilitaron una manera peculiar de hacer la música. Núcleos de modestos campesinos formados por familias de larga tradición musical que vivían dispersos en aquella región y que eran el resultado étnico de la mezcla de blancos y negros, fueron sus portadores y principales focos de producción de un género que nacía y que fue conocido con el nombre de 'son montuno' o 'manigüero' (por venir de la "manigua, o zonas tropicales selváticas alejadas), difundiéndose a través de toda clase de fiestas, reuniones sociales y eventos de variado tipo que servían de eficaz espacio de intercambio, difusión y consolidación de las formas de hacer la música, de cantar y de bailar, así como de maneras características de ejecutar una serie de instrumentos regionales.
El interés por contrapesar la gama de sonidos agudos de esta expresión sonera original (guitarra, tres, voz), la necesidad de apoyar al resto de la agrupación con sonoridades bajas y la conveniencia de brindar una base rítmica adicional al ensamble determinó que el músico concibiera la idea de transmutar la función del instrumento original -la pequeña sanza oriunda del África- en marimbol. Así, este instrumento se adaptó de manera novedosa a los nuevos requerimientos y sensibilidades musicales, llegando incluso a usarse hasta en las propias orquestas de danzón, como sucedió con los primeros grupos de músicos cubanos que cultivaron este popular género en la isla allá por el año 1880. [16]
Una de las variantes rítmicas originales del moderno Son es el changüí, el que representa un ejemplo manifiesto del complejo y prolífico proceso de mestizaje entre blancos y negros que se dio al interior de Cuba, en el que los diversos aportes musicales y líricos se fundieron entre sí aderezados por aquellos otros venidos desde afuera de la isla -como sucedió con los elementos culturales afro-franceses que comenzaron a llegar masivamente al oriente cubano desde Saint Domingue, la actual República de Haití, a finales del siglo XVIII-, encuentro que produjo efectos rítmicos, melódicos y armónicos sorprendentes por su encanto y originalidad. Este género musical que con fuerza creciente perdura hasta el día de hoy continúa interpretándose con una dotación instrumental muy similar a la que se utilizó en sus inicios para alegrar las fiestas campesinas y las tertulias de los barrios y caseríos de aquella región oriental. En estos grupos changüiseros, el marimbol (o marímbula como acostumbran nombrarle) no solo ha llegado a ser una característica fundamental de la dotación instrumental, sino un elemento musical identitario.
Desde el inicio del proceso de conformación del Son y por un cierto periodo, los tríos, cuartetos, quintetos y hasta sextetos de Son cubano usaron la marímbula como instrumento encargado de los bajos, imponiendo una dotación instrumental que se hizo clásica en este tipo de agrupaciones. Estos formatos se difundieron internacionalmente a través de las muchas grabaciones comerciales que comenzaron a exportarse fuera de Cuba en la segunda y tercera décadas del siglo XX, siendo adoptados no solo por los conjuntos de Son -aunque estos fueron los principales y los más-, sino también por agrupaciones que interpretaban el punto cubano y otros subgéneros característicos de la música campesina, como la guajira.
Así, el marimbol salió de Cuba, difundiendo y popularizando la imagen de este instrumento en otras islas del Caribe y en algunas naciones del continente americano, en muchas de las cuales las supervivencias africanas son evidentes y numerosas. El auge contagioso del Son cubano de aquellos primeros años se encargó de llevarlo a lugares muy distantes. Doquiera que la magia de este ritmo caribeño se hacía sentir, el marimbol se conocía, se aprendía a tocar y hasta se fabricaba. Así se propagó a través de las Antillas Mayores, llegando a Jamaica, a Haití (en donde algunos reconocen que era "importada de Cuba"), [17] a Puerto Rico, a República Dominicana, y a las Antillas Menores, entre las cuales se cuenta parte de las islas de Barlovento (Trinidad, Tobago y Martinica) y parte del archipiélago que forman las islas de Sotavento, las llamadas Antillas Holandesas (Aruba, Curazao y Bonaire), en las cuales apareció como consecuencia de los flujos migratorios de trabajadores agrícolas. [18]
Este instrumento también entró al continente y se hizo conocido en Colombia, a cuya costa atlántica llegó en la década de los treinta como resultado de la difusión internacional del Son cubano; [19] en Venezuela, nación a la que -de acuerdo con el investigador Emilio Mendoza- la marímbola llegó procedente de las vecinas islas de Trinidad y Tobago, probablemente en la tercera o cuarta décadas del siglo XX; [20] en México, en donde hizo su aparición en el año 1928. [21] Más aún, se tiene información de que por esa misma fecha se tocaba y hasta se construían marímbulas con los envases de madera usados para transportar naranjas y los resortes de los viejos colchones en los barrios latinos de la ciudad de Nueva York. [22 wikipedia
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